El cementerio de San Francisco incluye en su recorrido mausoleos y panteones importantes, donde descansan los cuerpos de integrantes de las familias más viejas y reconocidas de la ciudad. Lejos de cualquier tour, donde a veces no llegan ni sus propios deudos, la clase más baja de la sociedad yace en nichos sin bronce. A pesar del famoso dicho de que tras la muerte somos todos iguales, aquí una prueba de que las diferencias persisten aun en la última morada.
En el intento por comprender distintas sociedades, el ámbito de las prácticas sociales relacionadas con la muerte tiene una riqueza única a la hora de mostrarnos la manera en que viven los miembros de un grupo social. La gran cantidad de placas de mármol con diferentes estilos, la elección del bronce en lugar de cualquier material y el acceso a un buen lugar dentro del cementerio nos da la pauta de la importancia que tiene el final de la vida para la mayoría de los sanfrancisqueños.
La brecha entre ricos y pobres, o mejor dicho la eterna diferenciación de clases parece perdurar aun después de la muerte, la ostentación frente a la pobreza, las grandes mansiones frente a las fachadas apenas revocadas, el bronce y el cemento dividen a la necrópolis local en centro y periferia. Sin dudas, al cementerio podemos equipararlo con una pequeña ciudad donde fácilmente reconocemos quienes tienen un poder adquisitivo mayor y quienes un menor, apenas mirando el frente de su casa.
El cementerio actual tiene una población 30.000 difuntos. Cuenta con 90 panteones, que son los edificios grandes, 2.100 mausoleos que son los más pequeños para cuatro ataúdes, 13.000 nichos comunes y 800 nichos urnarios, para colocar solamente un cofre con reducciones. Con lo cual estamos hablando de diferentes estratos sociales (pues no todas las ubicaciones tienen igual valor), diferentes casas, diferentes espacios para colocar los cuerpos sin vida.
Toda la pompa
A lo lejos, fuera del radio principal y de cualquier órbita aristocrática, tras muros derruidos bien altos, oscuros y enfrentados, se agrupan cientos de cuerpos apilados (cada uno en su tumba), dando la sensación de hacinamiento y pobreza. Los nichos más alejados, la mayoría agrietados, con indicios de descuido, albergan hombres y mujeres de estrato social bajo que de una u otra manera fueron olvidados.
Según Gustavo Rosso, dueño de una de las empresas funerarias más reconocidas de la ciudad: “En una época, hace 20 años atrás, la persona de una clase social alta, lo reflejaba en el servicio del sepelio y en los grandes mausoleos. Los cambios sociales son cada vez más dinámicos y en este rubro pasa lo mismo, no interesa el nivel económico de la familia, sino que todo tiende a ser más sencillo”, asimismo, el empresario cuenta que en la actualidad una familia de alto poder adquisitivo opta por un velatorio corto, seguido de cremación, lo cual tiene un costo sumamente elevado.
Los servicios de sepelios en la ciudad tienen diferentes precios, según lo que se le ofrece a la familia, una sala de mejor categoría, un cofre importante y uno que otro servicio adicional como por ejemplo el almuerzo o la cena para los asistentes al velorio. Van desde los 4.000 pesos hasta aproximadamente los 30.000 pesos, explica Rosso.
Los negocios de arte funerario trabajan mucho en la ciudad y son ellos los que pueden decirnos a ciencia cierta si se nota quiénes pueden comprar o acceder a una mejor placa y quienes deben conformarse con un pequeño cartel con el nombre del fallecido y fecha en que murió, al menos hasta el próximo día de pago.
Matías Carnaghi, dueño de Multimpresos Eterno, dice: “La gente de menores recursos va a tener un nicho municipal, al frente del cementerio, va a poner una placa, una foto, un florero, una cruz; en cambio viene una persona de mejor posición económica y te va a pedir una puerta de bronce y te va a preguntar si puede ser labrada, si va con cerradura. Cuál es la más cara, la mejor, si pueden poner foto doble, un marco más importante”.
Un nicho normal, con mármol, placa, foto, cruz y dos floreros tiene un costo aproximado de entre 1200 y 1300 pesos, pero uno más caro y un poco más pomposo ronda los 4.000 pesos, cuenta Carnaghi. Hay quienes solicitan puerta de bronce con vidrio y cerradura, con un mármol New Age, el más caro, sin titubear. Los precios se acomodan a cada bolsillo, aún así hay personas que no pueden acceder a estas costosas ornamentaciones, con un poco de revoque tapan el nicho y con una tiza blanca escriben el nombre y la fecha de defunción del ser querido.
Los lujos y las comodidades son para dárselos en vida, aun así la ostentación y la pompa crean la sensación de que esa persona fue más querida por sus familiares y que un nicho revestido de mármol caro y bronce de una u otra manera va a garantizarle al difunto un real descanso en paz. Por supuesto que quien murió nunca se enterará. ¿Comprar el cielo? Imposible.
Propietarios e inquilinos
Ser propietario de una parcela no da una satisfacción equiparable a haber podido comprar un terreno para construir a futuro un hogar, sin embargo para muchos es asegurarse un lugar, un espacio de descanso eterno para cuando la muerte los sorprenda. Por supuesto, no cualquiera puede ser dueño de un nicho o un mausoleo, los costos son similares a un terreno para una casa en vida.
Los nichos en el cementerio se compran, o bien se alquilan y la municipalidad lo descuenta de los impuestos. El gobierno municipal de San Francisco tiene la obligación de brindarles un lugar cuando se mueren, por el simple hecho de haber sido contribuyentes toda su vida. Algunos no tienen dinero para pagar periódicamente las tumbas de sus seres queridos; otros, prefieren vender los panteones como propiedades inmobiliarias. Los primeros serán probablemente “desalojados”, y los segundos tendrán la posibilidad de decidir sobre el destino de sus muertos.
En la periferia del cementerio hay tumbas que han sido abiertas y los cuerpos que ahí yacían han sido sacados y enterrados al frente, donde se ha instalado una especie de cementerio parque. Fueron esparcidos en sectores donde la profundidad del hueco no supera el metro. Ese espacio fue dispuesto para que aquellos cadáveres con más años de antigüedad y que sus deudos no respondían, fueran colocados. Esto permitirá claramente construir nuevos mausoleos para la venta.
Actualmente, se siguen construyendo mausoleos, para cuatro personas, ya que están siendo muy solicitados y en este momento la municipalidad no tiene lotes a la venta. Según Guettier, el encargado del cementerio de la ciudad en una entrevista a Euroradio, cuenta: “La última vez, hace cuatro o cinco años atrás que se hizo un pequeño loteo en una parcela, cuarenta lugares se vendieron en muy poco tiempo, porque la gente construye”.
En un cementerio parque tal vez no serían tan notorias las diferencias de clases, pues todos tendrían un mármol y una placa del mismo modo. En la ciudad, sería una obra faraónica, no solo por la monstruosa inversión monetaria que significaría, sino también porque debe hacerse un dique de contención que lo rodee ya que las napas están muy altas, de cualquier excavación aunque no tan profunda saldría agua.
A través del análisis de los diferentes tipos de sepulcros encontrados en el cementerio (a esto me refiero con los diferentes materiales, ornamentaciones, obras de arte, etc), es posible observar variaciones en la manera en que se concibe la identidad de los individuos según el status social que mantenían en vida. Las diferencias sociales en el interior del cementerio se manifiestan en el diseño particular de cada tumba y están asociadas a las prácticas sociales que llevan a cabo sus visitantes y que están principalmente referidas al cuidado de la tumba.
Cenizas sin paraíso
La cremación es una práctica que últimamente está en auge. Reducir a cenizas el cadáver de un ser querido, es una de las opciones más requeridas por las familias de mayor poder adquisitivo de la ciudad. A veces el fallecido dejó explícitamente dicho que deseaba ser cremado tras su muerte, por lo que la familia decide cumplir su voluntad. Tiene un costo elevado, pues ronda entre los 5.000 y 7.000 pesos la incineración y el servicio de sepelio.
En la catedral de nuestra ciudad hay un cinerario en el subsuelo, donde las familias pueden optar por dejar los restos una vez cremados. Funciona como un cementerio, abonan un costo inicial para comprar el lugar y luego deben pagar mensualmente una cuota. El ingreso es exclusivamente para la iglesia a pesar de que haya sido ideado y construido por empresas funerarias. La administración está a cargo de los sacerdotes, quienes se encargan del mantenimiento del lugar.
Si tenemos en cuenta que la cremación aunque no está prohibida, nunca fue aceptada totalmente por la iglesia, estamos frente a una paradoja descomunal, pues aun no estando de acuerdo con algunas cuestiones referidas a la práctica, si se aceptó la instalación de este lugar para propio beneficio. La iglesia dice al respecto que se opone o al menos oponía porque la destrucción del cuerpo con fuego simbolizaba la aniquilación y la concepción materialista de que la muerte es el fin absoluto de la vida humana.
Sin embargo, la cremación está siendo lo más requerido cuando muere una persona cercana, porque si bien tiene un costo elevado, a la larga termina siendo para algunos lo más conveniente. Hoy en San Francisco va en aumento, pero no es suficiente como para poner un crematorio en la ciudad. “Dentro de 30 o 40 años el final de la mayoría de los cuerpos será la incineración”, asegura Gustavo Rosso.
El cementerio se convierte en una evidencia material que refleja las formas de organización, las costumbres, las creencias y el nivel socioeconómico del difunto y de la sociedad en la cual vivió. Algo que prueba que las desigualdades son eternas y que a fin de cuentas… morimos como hemos vivido.
Muy buen desarrollo del tema, ahora bien, en San Francisco, el principal problema del cementerio es la contaminacion hambiental y sanitaria que produce en la napa freatica con todos los enterrados en la parte de abajo y que nadie quiere hablar y mucho menos de pensar en hacer una necropolis con los nuevos conceptos en el tema.
ResponderEliminarSaludos
Carlos Biraghi