La época de carnaval es un momento festivo, con mucho color, música y alegría. Es una de las fiestas populares históricamente más tradicionales. En San Francisco los carnavales fueron desde antaño celebraciones muy alegres, con desfiles, carrozas, disfraces, una ocasión que nadie quería perderse. Pero un desgraciado suceso a fines de los 60 empañó la fiesta y condenó a los sanfrancisqueños a varios años sin carnaval.
Durante la década del 60 los carnavales en nuestra ciudad tuvieron su apogeo, pues los corsos eran el evento de mayor importancia en la zona, desfiles de innumerables carrozas y comparsas que venían de diferentes lugares, transformaban el empedrado y gris Bulevar 25 de Mayo, en el escenario de la fiesta. Desde la abuela hasta el más pequeño de la casa asistía con entusiasmo, todo un acontecimiento en la ciudad.
Los “Carnavales del Año 2000” se denominaban los corsos y eran organizados por la Cámara Junior de nuestra ciudad. Ésta era una institución de servicio, formada por jóvenes menores de 40 años que tenían una participación sumamente activa en cuestiones citadinas. Esta organización de fuerte presencia, empezó a desmoronarse junto a los corsos. Un desafortunado hecho provocó pánico entre los presentes y terminó con los carnavales en la ciudad.
En febrero del 69, la esquina de San Luis y 25 de Mayo fue testigo, junto a cientos de personas del horror. Las comparsas que venían de afuera tiraban bombas, una de ellas no se elevó y el mortero explotó, convirtiendo la fiesta en desgracia. La explosión desparramó esquirlas e hirió a muchas personas. “La gente huía despavorida, muchos ensangrentados, fue realmente espantoso, no sabíamos para donde salir corriendo”, relata Ricardo Venier, un hombre que fue testigo junto a su pequeño hijo de aquél episodio.
Este señor, que hoy tiene 87 años, se encontraba en ese momento junto a su hijo de siete disfrutando de la fiesta, cuando escucharon el fuerte estruendo y vieron como todos corrían desesperados. “Estábamos a unos sesenta metros del lugar y en ese amontonamiento de gente que gritaba y corría, perdí por unos segundos de vista a mi niño, la verdad es que fue terrible, muchísimos lesionados”, recuerda Venier.
Los pedazos de hierro desparramados con fuerza por el aire a no más de 50 centímetros del piso, ocasionaron importantes lastimaduras en la gente. Venier se acuerda que algunos heridos fueron subidos en camionetas y llevados al hospital. Quien tuvo la peor parte fue una mujer que perdió una de sus piernas con la explosión.
Este infortunado hecho provocó el final de la época dorada de los corsos en San Francisco y la desaparición gradual de la Cámara Junior en la ciudad. Después de este episodio, los carnavales se demonizaron y todo lo referido al tema era visto como desgracia. Con el paso de los años volvieron los festejos, aunque con menor importancia y aquél desdichado final del carnaval de 69 quedó lisa y llanamente en el olvido.
Fotos Gentileza de la Fundación Archivo Gráfico y Museo Histórico de San Francisco
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