Desde que nos adentramos en el mundo laboral y comenzamos a sortear los
obstáculos propios del trabajador, damos rienda suelta a la imaginación y
fantaseamos con el momento de la jubilación. Pensamos en viajar, hacer cursos,
participar en proyectos o simplemente salir a caminar, actividades que
planificamos a futuro, que hoy no hacemos, justificándonos con la falta de
tiempo. Pero, qué sucede realmente cuando un día de repente la jubilación llega
y pasamos de la actividad a la inactividad total.
El sistema de jubilación que
tenemos no permite que nos apartemos del trabajo gradualmente, por el contrario,
un día nos notifican abruptamente que ése será el último. Sin embargo sabemos,
cuando nos acercamos a la edad, que estamos próximos a esa fecha para algunos un
final seguido de un comienzo y para otros, lisa y llanamente el final. Muchas
personas desarrollan un estado depresivo y comienzan a decaer.
Consultada al respecto, la Dra.
Mara Echeverría*, psiquiatra de nuestra ciudad explica: “Si lo pensamos
negativamente lo vemos como una pérdida, uno pierde el status laboral que
tiene, pero además trae consigo otras pérdidas como la económica, a nivel de
las relaciones sociales, de actividad, respecto de la motivación, el interés. Entonces
la jubilación, que viene de júbilo y debería ser una alegría, termina siendo un
balde de agua fría que nos cae en la cabeza”.
Es importante, sostiene la
profesional, que cuando las personas
saben que se les acerca la jubilación, vayan buscando nuevas tareas para
realizar. Por otro lado, las personas que nunca desarrollaron un hobbie, les
cuesta mucho más porque sienten que con el trabajo se acabó todo.
Cuando uno se plantea qué va a
hacer a futuro, lo hace desde la perspectiva que tiene en la actualidad, pero
cuando se jubila la realidad es a veces totalmente diferente y no existen los
medios para llevar adelante eso que alguna vez fantaseó. Lo que desencadena el
desencanto, la frustración y en ocasiones la depresión.
“Cuando la gente mayor consulta,
el factor más común es la sensación de soledad porque las pérdidas sociales, el
hecho de perder las redes en las que te manejas cuando estás en actividad, el
hecho de pasar a no pertenecer a ningún sistema. La población más joven te pasa
por encima, aprende todo mucho más rápido, todo es muy vertiginoso”, revela la
Dra. La jubilación es vista o mal vista
por la mayoría como la hora de la improductividad, incluso por ese
hombre que luego de pasar su vida trabajando, se encuentra en su casa sin saber
qué hacer.
Hay gente para la cual el trabajo
es todo y pasa gran parte del día fuera de la casa, incluso cuando regresa se siente
un perfecto desconocido. Por eso lo ideal, asevera la profesional, sería que la
desaceleración sea paulatina. “Es común que las mujeres se quejen y digan, lo
tengo todo el día en casa, no sabe qué hacer. En el caso del hombre siente que
pierde su virilidad, se siente débil, vulnerable, que ya no sirve”, relata la
psiquiatra.
Por eso, lo ideal es prepararse
para poder disfrutar plenamente de la jubilación. Para ello, el trabajo
intelectual y la actividad física son fundamentales. “Son dos pilares para
prevenir las demencias por ejemplo, que son procesos que no tienen retorno, que
progresan, que son crónicos y la única forma es hacer prevención. Ejercitando
la memoria, las habilidades, con actividad física, es indiscutible”, explica la
médica. Por otro lado, es cierto que quien nunca leyó, no va a leer cuando se
jubile o quien nunca participó de un taller, no lo hará cuando se jubile,
porque se trata de una cuestión de hábitos que uno desarrolla a lo largo de toda
su vida.
100% Lucha
Si de jubilados hablamos, es preciso
conocer la propia vivencia de uno de ellos, quizás el jubilado más conocido de
la ciudad. Elio Hugo Quicchi, un sanfrancisqueño que dedicó su vida entera al
trabajo. A los 18 años ingresó al mundo laboral y hace apenas unos meses se
retiró de la actividad comercial. Próximo a cumplir 80 nos relató cómo fueron
sus comienzos y cómo se encuentra hoy que la jubilación llegó inevitablemente.
No exageramos cuando decimos que
lo conoce toda la ciudad, pues para quien tuvo la dicha de ser alguna vez
atendido por él en el mostrador de Godino, sabe que su simpatía y la historia
que siempre tenía para contar, lo hizo muy famoso. Está casado con Felisa,
tiene dos hijos y tres nietos a los que les dedica gran parte de su, ahora,
tiempo libre. Dueño de una salud de fierro y de un carisma como pocos, a
Quicchi, como la mayoría lo conoce, le fue duro dejar su actividad laboral, ya
que pasaba desde hace sesenta años, sus días atendiendo al público.
“Trabajé casi hasta los 80 años,
y pensé, cuanto me queda de vida… dije basta. Hoy le ayudo a mi señora en la
casa. Ando en bicicleta. Yo no me quejo, he vivido la vida. Somos personas
sanas, no gastamos en remedios, hace un tiempo me hice un chequeo y salió muy
bien, no tengo colesterol ni presión alta, no tengo problemas de próstata”,
cuenta orgulloso el hombre.
Recuerda con emoción que había
gente que entraba a Godino y pedía que él lo atendiera, “Sería por mi carácter,
para mí eran todos los clientes iguales, hasta ahora me encuentro gente que me
dice, `Eh Quicchi, volvé´”, comenta el jubilado. Tal como la Dra. Echeverría
destacó, Quicchi manifestó que la pérdida más fuerte fue la económica, pues de
4000 pesos que cobraba en actividad, ahora solo percibe 1800 de jubilación.
Quicchi trabajando en 1967 |
Cuenta el hombre que la mayor
satisfacción que tuvo, fue la cantidad de amigos que hizo, “yo voy a Mar
Chiquita me conocen, voy a los pueblos, me conocen. Cuando empecé a trabajar
ahí tenía 28 años, imaginate. Para mí es una alegría, que aun me vean y me
reconozcan por la calle”, relata Quicchi.
Con la ansiedad de querer
entender para qué él era tan importante para nosotros, el hombre comienza
hablando, pues no le cuesta en absoluto, apenas podemos interrumpirlo con
alguna mínima acotación. Sin embargo, hizo una pausa, tomó aire y confesó la nostalgia que le trae pasar por
el negocio, “Cuando paso frente de Godino y miro, se me vienen un montón de
recuerdos, y… fueron muchos años, cincuenta. Para que te des una idea, no falté
ningún día al trabajo, solo cuando me operaron una vez o por enfermedad, pero
si no, nunca”.
Quicchi finalizó como hombre de
trabajo, aconsejando a las jóvenes generaciones: “Yo les diría a los
trabajadores que estudien, que se formen, que tengan un oficio porque el
empleado siempre va a ser empleado”. Asimismo este jubilado pasó más sesenta
años brindando su servicio, hoy su tiempo lo dedica a sus nietos, a pasar momentos
con su esposa y a disfrutar de la compañía de sus hijos, pero parte importante
de su día lo destina a recordar alguno de los lindos momentos que le brindó el
trabajo.
*Dra. Mara Echeverría, Psiquiatra. M.P. 22962
*Dra. Mara Echeverría, Psiquiatra. M.P. 22962
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