A lo largo de la historia, las joyas han sido utilizadas con fines
diferentes, desde el simbolismo de pertenencia a la monarquía, una cultura o cierta religión
hasta la ornamentación del propio cuerpo por gusto. Hoy tener una pieza de oro,
un anillo, colgante o pulsera no es exclusividad de la realeza, cualquiera
puede acceder a una. Aunque algunos lo consideren un gasto innecesario, para otros tener una joya importante genera
una (falsa) sensación de poder y más aun, adquirirla se convierte en un capricho.
Si hay alguien en San Francisco que
conoce al respecto, son Américo y Marcos, padre e hijo están al frente de Barbero
Joyas en calle 25 de Mayo. Además de ser reconocidos en la ciudad, su vasta
trayectoria les permitió ser testigos de cambios, económicos, sociales y
culturales, en cuanto a la adquisición de joyas.
“Algunas cosas fueron cambiando,
condicionado por la parte económica, antes las joyas tenían otro volumen, eran
más grandes. Los grandes joyeros se han
perdido, primero por la demanda, después por lo económico. Si hoy vieran los
orfebres de antes, un anillito de oro pequeño no lo creerían, hoy la realidad es
otra, se busca más la parte comercial”, relata Marcos. Desde los 13 años está
al lado de su padre, al frente del comercio y, aunque no se dedicó al taller
como Américo, conoce de lleno los caprichos de sus clientes.
Confiesa que siempre intentó, y
aun lo hace, dejar conforme a los clientes, que estén contentos, destaca que lo
importante es tratar de brindarles una buena atención. “La confianza con los
clientes se logra con un buen trabajo y el paso del tiempo”, asegura el hombre.
Es real que cuando uno quiere
hacer un regalo, siempre quedará bien con un anillo, una pulsera, quizás una
cadena o tal vez un reloj, hoy hay piezas para todos los bolsillos. “Cada
cliente que entra acá puede sorprenderte, porque puede ingresar o a ver algo o
solo a cambiar una pila o a soldar una malla. Podes vender un anillo de oro, o
una pulsera de plata de 100 pesos, como también vender una pieza cara, de 10,
15 o hasta 20 mil pesos”, explica el joven Barbero.
Américo Barbero en su taller, realizando una pieza |
Américo Barbero tiene una
trayectoria indiscutible, pues junto a su hermano Víctor formó una gran
empresa. Hace poco más de un año la sociedad se disolvió y hoy continúa junto a
su hijo Marcos en el arte de las joyas. Américo es un hombre de pocas palabras,
sin embargo cuando realiza su trabajo, sus manos hablan a través de las piezas que
él hace.
Trabajo minucioso |
“Antes las piezas grandes no las
compraba todo el mundo, importante en peso, en tamaño, en gramos. Hoy quizás te
venden una pieza más liviana, pero te cobran el trabajo o la piedra que tenga.
Antes era más clásico, el brazalete, la cadena, el reloj de oro. Ahora ya no,
el sistema de fundición ya no es el de antes. En relación a los relojes, fueron desapareciendo los
relojes a cuerda y automáticos”, cuenta el padre.
Objeto de deseo
En San Francisco, aunque es poco
frecuente, hay personas que desean distinguirse adquiriendo una joya exclusiva.
Algunos lo llamarán capricho y otros, sólo gusto. Por supuesto representa un
costo más alto, ya que generalmente las piezas se confeccionan en serie. Sin embargo,
aunque no son únicas sobre la faz de la tierra, Barbero sólo compra una para
que no existan dos personas con la misma joya, al menos en la ciudad.
Pulsera con piedras de gran valor |
“Si uno les dice que ese anillo
es la primera vez que entra, que es el único, la gente lo compra con gusto. Con
un entusiasmo diferente, pero al tiempo si viene y ve ese anillo en vidriera,
te dice: ` ¡Ah, lo seguís trayendo!´ o `se lo vi a una conocida´. Y no lo
quieren más porque lo tiene todo el mundo”, explica Marcos. Situaciones
similares les tocan cuando va una pareja a encargar las alianzas para la boda. “Algunos
bajan los diseños de internet y las quieren tal cual y no quieren que las
tengamos como opción para ofrecer después, es común que pase”, confiesa el
hombre.
En Barbero Joyas venden marcas
importantes, una de las últimas incorporaciones a su stock fue Swarovsky,
piezas con mucho brillo y un elevado costo. Aun así, cuenta Marcos sorprendido,
que tuvo una excelente recepción y los mismos clientes las solicitan, inclusive
algunos productos que todavía no tienen en vidriera.
Sin dudas las joyas son una buena
opción a la hora de un regalo, su valor, además del económico, tiene que ver
con lo sentimental. Es el caso de un anillo, una pulsera, una medalla, que no
sólo reflejan el costo del metal, sino que cargan un plus afectivo que muchas
veces trasciende generaciones familiares. Lo material pasa casi desapercibido.
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