lunes, 12 de septiembre de 2011

EL SODERO DE MI VIDA. Un oficio con historia que no teme al paso de los años

El reparto a domicilio o delivery, como la cultura anglosajona nos impuso llamar, no es una práctica nueva. A lo largo del tiempo ha ido incorporando adeptos, por agrado o practicidad, prefieren recibir un producto en la comodidad de su hogar sin necesidad de moverse de allí. Sin embargo, mientras cada vez más comercios o industrias lo incorporan como un servicio adicional, algunos, pioneros en la materia, vienen transitando un largo camino en la entrega puerta a puerta. Es el caso del sodero, una profesión que traspasó el problema generacional.
Con los avances tecnológicos e industriales, muchos repartidores a domicilio se han ido extinguiendo, no han podido sobrellevar el abrumador paso del tiempo. Las formas de vida y el constante ajetreo diario, nos obligan a la rapidez y practicidad. Aun así, “hay algo que no se consigue en el supermercado y es la confianza de la gente”, asegura Darío Trotti, dueño junto a su padre, de la Sodería Edén en nuestra ciudad.
Darío y Víctor, hace más de 25 años que están inmersos en la industria de la soda, trabajan incansablemente y no dudan ni un instante en afirmar que el paso de los años los ha beneficiado. “A lo largo del tiempo la evolución ha sido buena, te compró el abuelo, te compró el padre y ahora te va a comprar el hijo. Además tenemos nuevos clientes, y un nuevo cliente se hace en base a lo que comentó otro cliente de la forma que uno tiene de atender”, explica Darío.


Darío Trotti comezando el reparto
(Fotografía tomada por Claudia Pioli)

Trotti cuenta que la sodería, aparte de ser un modo de subsistencia, es una forma de vida,  un trabajo como cualquiera puede tener, pero destaca que ellos se ocupan con gusto porque lo hacen con gente en el contacto diario. Asimismo no sólo trabajan ellos dos, a veces los chicos les ayudan, su madre colabora también. Por lo que el tema de la sodería es un trabajo familiar, donde “cada cual hace un poquito”.
Cuando esta familia comenzó con el reparto, los sifones eran de vidrio con cabezal de plomo y los cajones de madera, representaban un peso aproximado de 15 kilos. Pues lógicamente las innovaciones en materia de envases de plástico fueron positivas, ya que redujeron considerablemente su peso. Hoy los sifones son más prácticos, fáciles de levantar y transportar, además cuentan con un nylon que recubre el cabezal.
Consultado al respecto de los cambios a través del tiempo, dijo Trotti: “Sin dudas el cambio más importante fue el de los envases, hoy te dan una seguridad que antes no la tenías con los sifones de vidrio, se reventaba un sifón de vidrio, te hacía un daño terrible. Hoy te pega un susto y te moja nada más. Gracias a Dios, en ese sentido fue evolucionando para bien”.
Chivo expiatorio
Son habituales las bromas en casas que el sodero visita semanalmente, pues se hacen chistes a cerca de que es él el culpable de muchas cosas dentro de las familias. Se le adjudican hechos, hijos, amantes, pérdidas de objetos, entre demás cuestiones para las que el sodero se convierte en el chivo expiatorio por excelencia. Al tocar este tema, Trotti sonrió y confirmó lo que planteamos, “es verdad, siempre el sodero es el culpable de todo”, exclamó.

Tiempo atrás, una telecomedia puso en énfasis  el mítico oficio de sodero, como “el Don Juan”. Claro está que era una ficción, aun así permaneció por largo tiempo en el imaginario colectivo, la idea del “Sodero de mi vida”. Hasta una melodía sumamente pegadiza acompañaba la tira protagonizada por Dady Brieva y Andrea Del Boca, que como toda novela televisiva tuvo su influencia social y marcó una época.
Confianza ciega
El hombre está convencido de que el oficio de sodero no se extinguirá, ya que la tecnología no maneja valores imprescindibles para su trabajo. Como es el caso de la confianza extrema hacia él. “En la camioneta, tengo 30, 40 llaves de casas de familia que equivalen a una puerta falsa o a un garaje, una pieza o algo donde el cliente te deja los sifones para que vos vayas y los cambies. A eso me refería antes, a la confianza que te da la gente para entrar en una casa, y hoy eso es bastante delicado”, asegura Darío.
Este padre de familia, de 44 años de edad, explica que la confianza es tan grande, que hace muchas de veces de psicólogo o consejero. “Sé secretos de gente, de mis clientes, que se lo cuentan al sodero o hacen un comentario, parece que vos llegás a la casa y el cliente se desahoga con vos”, cuenta el hombre. Además afirma que nunca defraudaría la confianza de sus clientes por no tener que hablar, dice: “Si me está contando algún problema que tiene, nunca lo ventilaría por toda la ciudad, no tiene sentido”.
Si hay algo que caracteriza a Darío y su padre es la seriedad con la que se manejan diariamente en su trabajo. Reparten en diferentes puntos de la ciudad y también en la vecina localidad de Frontera.  La gente espera toda la semana la llegada del sodero, pues es uno de los pocos antiguos repartidores a domicilio que subsisten, y que el paso de los años no apabulló. Es lógico que sus clientes estén acostumbrados a recibir en su casa la soda, una oreja y por supuesto una sonrisa.

2 comentarios:

  1. muy bueno Dario a casa viene los lunes y siempre me pregunte como hace para estar siempre con buena onda

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  2. Dario como futbolista que se dedique a la soderia..!

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