viernes, 25 de noviembre de 2011

UNA NOCHE AL AZAR. Crónica de una periodista infiltrada en el casino de San Francisco

El paso por el casino después de un día laboral es para muchos sanfrancisqueños ruta obligada antes de llegar a casa, apostar algunos billetes en la ruleta, intentar unos tiros en el tragamonedas o simplemente sentarse en el bar a contemplar las luces y dejarse seducir por el sonido constante de las fichas, cayendo cual cascada del extremo inferior de la máquina. Los juegos en los cuales el triunfo otorgue un rédito económico y dependa del azar movilizan mucho dinero, mientras algunos llenan sus bolsillos, otros entregan su salario completo, convirtiéndose así, no sólo en los principales sostenes de ese negocio sino también en víctimas de una grave patología.
Es importante destacar que dentro de juegos de azar nos referimos a bingos, casinos, hipódromos, juegos de naipes, lotería, quiniela y todos los que involucren una apuesta monetaria y dependan de la suerte. Algunos aseguran estar rodeados de un aura ganadora, otros de una buena racha, también están los cabuleros que soñaron con un familiar muerto que les hablaba y jugaron al 48, muchos insisten en que hay que tener constancia y al menos jugar el número tres días seguidos.  Lo cierto de todo esto es que para la mayoría el ejercicio de la apuesta se ha convertido en un hábito.

Plata quemada
Para dimensionar este negocio es preciso hablar de cifras, en el casino de San Francisco se recaudan 33 millones de pesos anuales, entre bingo, slots y ruletas. Además de este centro de apuestas inmediatas, están quienes prefieren otros juegos. En orden de recaudación, el primer puesto se lo lleva la Quiniela, mientras que el segundo lo tiene el viejo y conocido Quini 6, por su parte, el tercer lugar lo tiene el Telebingo y por último la Lotería. Este ranking de cuatro juegos, recolectan en total entre San Francisco y Frontera, la suma de 25 millones de pesos anuales. Estamos hablando de un total de 58 millones de pesos en un año en juegos de azar, una cifra impensada para cualquier sanfrancisqueño de clase media.
Los números que la industria del juego maneja en la ciudad son muy elevados, hay gente que vive de esto, una mezcla entre las probabilidades de ganar y la habilidad innata del jugador hacen de la “timba” la salida a un mal momento económico, sin mencionar aquí a quienes lo hacen de forma profesional. La mayor diferencia entre los clásicos juegos (Quini, Lotería) y las casas de apuestas, es que los primeros son diarios o incluso semanales, por lo cual el apostador realiza su juego y debe esperar hasta el otro día para saber si es acreedor del dinero, diferente es por ejemplo en un casino, donde puede ver los resultados rápidamente.
¿Entretenimiento o enfermedad?
El juego no es malo cuando hay un control y genera placer, sin esperar a cambio de la victoria una ganancia económica. Si bien tener un estímulo monetario hace al juego más interesante y competitivo, es importante que no se vuelva algo patológico. La Dra. Mara Echevarría, reconocida psiquiatra de la ciudad dice al respecto: “El juego patológico implica la pérdida de control que altera la vida personal, familiar, laboral y social”.
La cantidad de gente que concurre a casinos es mayor que la que asiste tal vez al hipódromo o a salas de naipes, porque no hay restricciones de horarios y se necesitan pocos requisitos para poder jugar, además es el sitio preferido por estar al paso y  por su inmediatez de resultados. La gente apostadora, en estos lugares está acostumbrada a ingresar, jugar unas fichas y saber al instante si ha ganado o en el peor de los casos ha perdido todo lo que llevaba.
Algunos creen que jugar a la quiniela no genera adicción, sin embargo el jugador cuando apuesta obtiene placer que se relaciona directamente con las ganancias y comienza un círculo nefasto de jugar para ganar. “Las ganancias significativas generan una gran excitación emocional con fuertes componentes sociales, luego las pérdidas, unas tras otras, le fuerzan a seguir jugando mayores cantidades como única forma de recuperar lo que se ha perdido”, explica la Dra.
Según estudios realizados, la psiquiatra manifiesta que estadísticamente son más propensas al juego las personas jóvenes, de sexo masculino, con nivel educativo bajo o medio, y menores ingresos económicos. En ellos además, las repercusiones del juego son más graves. Piden dinero prestado, mienten, se encubren, juegan más, no pueden pagar, reciben amenazas y hasta llegan a cometer actos ilegales.
Existen diferentes tipos de jugadores, relata la Dra.; el ocasional, el episódico, el habitual, el profesional y el compulsivo, siendo estos dos últimos los más preocupantes. El profesional es aquél para el cual el juego es su medio de vida, lo que tiene es gracias a las apuestas; y el compulsivo es el que juega sin poder controlarse, poniendo en riesgo el funcionamiento de su vida personal, familiar, laboral y social.
Explica la Dra. Echevarría, que uno de los errores más graves presente en la mayoría de los jugadores es la ilusión de control, es decir, pensar que cuando quieran o ellos lo decidan pueden dejar de jugar y salir tranquilamente de esta adicción. Sin dudas es una fantasía, porque quien juega compulsivamente no se considera a sí mismo un enfermo.
La sensación de agobio y depresión al haber perdido grandes sumas de dinero en el tiempo, han llevado a algunas personas a quitarse la vida, pensar en el suicidio como la única salida a la quiebra monetaria y a una situación de endeudamiento extremo. Es lógico que en los juegos de azar sea mucho más lo que podemos perder que lo que hay para ganar.

Un bonus especial
Atravesar el marco de esas enormes puertas de vidrio es tarea sencilla, ingresar a ese mundo de luces, sonido y confort poco común nos transportan a una realidad distinta a la que debemos enfrentar a diario. La música con un leitmotiv que es sumamente atrapante y que nos remonta a las viejas épocas de Tetris y Pac-Man, con luces coloridas e intermitentes, intentando observar todo, sin perdernos detalle alguno, prácticamente imposible.
Entrar a ese universo puede dejar obnubilado a cualquiera, sin embrago pasarse horas en ese lugar sin tener noción del tiempo y muchas veces del espacio puede aturdir e incluso enceguecer hasta al más fiel apostador. El casino de nuestra ciudad funciona desde febrero de 2005 y a partir de ese momento la zona de Libertador Norte e Iturraspe ha sido la más concurrida, estacionar en ese radio se torna muy difícil. Las motos en la vereda, la calle atestada de autos desde las 12 del mediodía que abre el establecimiento hasta las 6 de la mañana, cuando cierra sus puertas.
Los habitués del lugar se manejan como peces en el agua, unos compran sus fichas en la caja y otros prefieren con un poco más de placer colocar un billete de mayor valor en la máquina. Para sorpresa de algunos en el casino hay muchas mujeres y según uno de los mozos del bar, “son mayoría”. Por fin el género femenino en San Francisco puede estar a la altura del hombre en algo, el problema es que sea en este tipo de juego, que provoca cualquier sentimiento menos orgullo, créanme.
Cartera bajo el brazo, fichas en la mano, anteojos en la punta de la nariz y un pálpito ganador, el identikit preciso para reconocer a una mujer jugadora, parte de la clase media-baja, que reparte las horas del día entre las labores hogareñas y las máquinas tragamonedas. Parejas también discutiendo acerca de lo que puede ganarse esa noche. Para quienes estaban acostumbrados a saciar sus ansias con un cigarrillo, con la nueva ley anti tabaco, beneficiosa para muchos, se prohíbe fumar en la sala, por lo que la vereda está plagada de fumadores.
El desfile de gente en el establecimiento es constante, afinando quizás un poco la mirada es increíble el tiempo que una persona puede estar frente a un tragamonedas, llenando su vaso de fichas que recogen como si fuese agua de un dispenser. Se respira la excitación y la ansiedad que provoca el esperar la coincidencia y lograr aumentar la cantidad de fichas, para luego de unas cuantas horas, pasar por la caja y canjearlas por el dinero correspondiente.
Placer, tensión, ansiedad, angustia, depresión, descontrol, son sensaciones abstractas, sin embargo en estos lugares se materializan de una manera asombrosa, con ver los rostros de los apostadores, podemos hacer concretas cualquiera de estas emociones. Es sin dudas un mundo inquietante, un sitio donde la diversión y la ambición se toman de la mano,  en cualquier momento, en un simple parpadear, el azar puede jugarles una mala pasada.

5 comentarios:

  1. recaudan 33 millones, pero no les alcanzo este año para darnos el bolson navideño,ja sin palabras

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    1. DARIO PEREZ QUE PASA QUE CRITICAS AL CASINO NO TE PAGAN ? CUANDO ESTABA MADONNA Y TE PAGABA APOYASTE LA ORDENANZA PARA QUE PERMITAN EL CASINO ... CUANTO COBRASTE?? AHORA NO COBRAS MAS Y CRITICAS HASTA QUE TE PAGUEN? A VOS NO TE IMPORTA LA GENTE TE IMPORTA COBRAR Y ROBAR PEOR QUE LOS POLITICOS SOS

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  2. Terrible el comentario de arriba... para lo único que sirve este "Slots" es para buscar cambio cuando no se consigue por ninguna parte, realmente. Vivo justo a la vuelta de este casino, y la verdad que la calle Libertador Norte cambió muchísimo, y por supuesto que para mal. Nada más triste y lamentable que ver gente conocida, cuyos problemas económicos eran notables desde antes, ver entrar una y otra vez a este establecimiento que lo único que hace es robarle a la sociedad sanfrancisqueña. He visto a padres de amigos rozando la clase baja por este gasto que se puso de moda en la ciudad. ¿Qué sentido tiene entrar todos los días con $50, $100, $500 pesos, y salir con nada? ¿De verdad alguien cree que esa mierda les va a solucionar la vida? Es horrible entrar a las 5 de la tarde y ver todos los tragamonedas plagados de ancianos, cuya jubilación debe ser mísera, o ver chicos de 18 todas las noches gastándose lo que sus padres les dan para salir con sus amigos, totalmente enviciados. Hay que sacar YA MISMO esta mugre de San Francisco, lo único que hace es sacarle la plata a los que menos tienen, a nadie le hace bien esto.

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  3. Ah, y ni hablar del olor y la suciedad que deja nuestro amado casino cuando lo limpian... el mes pasado fue inaguantable, no sé que carajo hicieron ahí, pero al menos que inviertan un poquito de los millones que ganan para dejar la calle en condiciones.

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  4. Che, anónimo, si tenés pruebas de lo que decís sería bueno que dieras la cara, acá se está hablando del flagelo que es el Casino, y esto no lo inventó Dario Perez ni mucho menos. Es una decisión de los que la van de políticos y que lamentablemente bastardean la palabra política. Unos verdaderos hijos de puta que venderían a su madre con tal de hacer diferencia. Se nos cagan de risa en la cara, llamense los intendentes que vienen, los que estan y los por venir, los Gobernadores, legisladores que de paso tendría que ver urgente porque hace rato que no vomito, sin olvidarse de los concejales (que la pasan bomba) y los que dicen representar a Dios pero se hacen los ilustres boludos con tal de agarrar algún tongo. Pero eso si, toooodos estaban en la plaza apoyando cuando los pobres campesinos sojeros protestaban contra la 125.

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