Cómo acercarse, cómo llegar, cómo trasmitir cada palabra que Isabel y Hugo esbozan frente a lo que les tocó vivir y, claro, a lo que queda por delante. Quién tiene la receta, quien se atreve a escuchar la historia de los Ellena sin sentir en el pecho una sensación extraña y la piel erizada por completo. Todo ya se dijo, nada se guardó, el objetivo será entonces mantener vivo el recuerdo de Mariana, a más de dos meses de su trágica partida.
Una voz sostenida y firme, encubre a un hombre dolido casi destruido, que prefiere descansar entre puntos y apartes, antes de quebrar en llanto. Tiene los ojos cristalizados y en un punto fijo, evita las miradas directas y resiste con la cabeza en alto. Sabe que cualquier palabra, expresión que roce lo frágil de su pérdida lo hará caer nuevamente. Un padre sin respuestas, mira el retrato de su hija y repite una y otra vez, “se nos fue una perlita”.
La mujer en cambio, no intenta disimular la desazón interior, con una sonrisa en los labios rememora cada instante, cada minuto, cada segundo que vivió junto a Mariana. Mientras acaricia una mascota que, durante toda mi estadía en casa de la familia, permaneció en su regazo. El living está muy iluminado, pues aunque no entra mucha luz de afuera, la sonrisa de Maru en cada una de las fotos que decoran la habitación, irradian claridad y transparencia.
Ambos confiesan que no están bien, que llevan adelante un tratamiento psicológico de acompañamiento y que aunque hay momentos en que parecen estar mejor, al día siguiente una pendiente pronunciada y sin señalización, los hace declinar. Llámese pendiente a alguna nueva noticia al respecto del caso, la entrega del diploma en su momento, los recuerdos que no aflojan, el día de la madre, cada encuentro con el abogado.
En un acto muy íntimo, Isabel y Hugo, cuentan, recibieron el diploma de su hija, el que certificaba que Mariana se había convertido en profesora de educación física, pero a fines del año pasado, ella ya estaba recibida. “Cuando nos entregaron el certificado, lo pusimos mirando hacia el cielo y dijimos, mirá Mariana, esto es tuyo, producto de tu esfuerzo, de tu sacrificio”, cuenta el hombre con voz entrecortada. Y agrega: “El dolor que te embarga es tremendo y yo me quiebro constantemente”.
Vive en el relato de sus padres
Se miran, se entienden, sonríen de manera cómplice, pues los recuerdos comienzan a invadirlos. La mamá con su dulce timbre de voz se dispone a contarnos el momento en que Maru los habló y les dijo que quería dedicarse a la docencia. “Un día nos juntó a los dos y nos dijo: yo les tengo que decir algo que no sé si les va a gustar, yo no quiero seguir ni abogacía ni arquitectura, quiero ser profesora de educación física, nosotros le dijimos que viera, que iba a tener que renegar con los alumnos, que buscara alguna profesión más tranquila y por ahí hasta más rentable también”, confiesa Isabel, a quien los ojos se le fueron abrillantando.
Cuando ella se va a Córdoba a estudiar, Isabel y Hugo le alquilaron un departamento pero temían que Mariana no ingresase porque el examen del Ipef era eliminatorio y había mil inscriptos. “Ella sabía de nuestra intranquilidad por eso, y nos dijo, `no se preocupen que sí voy a entrar´. Y un día nos manda un mensaje diciéndonos que había ingresado en el puesto número trece. Ya comenzó su carrera, que era lo que ella amaba”, relata Hugo.
Un tiempo atrás, en un canal de televisión capitalino pusieron al aire imágenes receptadas con las cámaras de seguridad de la cochera donde guardaron el auto que atropelló a Mariana. Allí pudo verse cómo ingresan y además aparecen en escena, varias personas más, de alguna manera implicadas. “Vi que pasaron el video, realmente es vomitivo, yo creía que había una familia, resulta que son dos las familias implicadas. Cómo puede ser que exista gente de esta clase, matar una persona, eliminar pruebas, esconder todo”, relata el padre levantando la voz.
“A nosotros nos costó 23 años, un año más en la panza de la mamá tener a Mariana y en un segundo, un tipo que se creyó Dios, dueño de llevarse a quien quiera de la faz de la tierra, la atropelló y ahora nos dejó sin ella, nos dejó una herida que no va a cerrar nunca y por qué, porque no hay conciencia”, manifiesta Hugo, cargado de indignación y dolor.
Causa común
La pérdida de un hijo es causa de desasosiego, sufrimiento, desazón, pues un accidente, una enfermedad, un suicidio, un crimen, puede arrebatar en un instante un trozo de nosotros. Lo cierto es que para muchos padres es motivo de encuentro, el momento de hacer causa común con otros papás que perdieron sus hijos injustamente. La lógica de la vida indicaría que primero deben irse los padres y luego, llegado el tiempo, sus pequeños ya maduros; sin embargo hay episodios que están fuera de cualquier razón.
“Se han comunicado con nosotros padres que han perdido hijos injustamente, como el papá de la chica que tiempo atrás se le cayó una pared encima en Nueva Córdoba, la mamá de un niño que murió aplastado por un colectivo en la terminal de Córdoba”, cuenta Isabel con los ojos cargados de lágrimas.
Estela, la otra mamá
Hay algo que no conocíamos, una mujer que llora día y noche por Mariana, tiene los ojos transparentes y las manos ásperas, es su segunda mamá. Estela, es vecina hace años de la familia, cuidó a Maru desde que tenía seis meses de vida, pues Isabel trabajaba fuera de la casa. “El día de la madre, no quisimos ni cruzarnos porque nos miramos y lloramos”, confiesa la mujer a la que Mariana siempre llamó tía, que se sumó a la charla.
El matrimonio comenzó hablando en tono suave, muy despacio, pues en la habitación contigua de donde nos encontrábamos, estaba Hernán, el hijo varón de la familia, nueve años menor que Mariana. Con sus 14 años, comprende y se siente cansando de la exposición y de estar las 24 horas recordando aquél desgraciado día. Por su parte, la pequeña Rocío, hija menor de los Ellena, estaba en la escuela, faltaba poco para que sea la hora de salida, quizás sería mejor que ella no me encontrase allí.
Si hay algo cierto, es que Mariana continúa viviendo en cada sílaba que sus padres pronuncian, en los dibujos que su hermanita hace, en la paciencia de su hermano, en los ojos de su Tía Estela, en las fotos, los videos y las dedicatorias que sus amigos y compañeros reservaron para ella.
Luego de un efusivo abrazo con Isabel y de una larga conversación, que se extendió por más de dos horas, emprendí el regreso. Experimentando una mezcla rara de sensaciones, pues confieso que me hubiese encantado conocer a Mariana y al mismo tiempo siento que el retrato perfectamente dibujado por sus padres, me permitió conocerla desde siempre.
Me parte el alma estos padres y admiro su actuar en medio del dolor......
ResponderEliminarTanto dolor en una familia maravillosa, realmente estas cosas nos hacen tambalear en nuestras creencias. Nadie se merece pasar por esto, pero ellos menos que nadie. Mi profundo pesar y un beso grande para Hernán, Rocio, Isabel y Hugo, y que Maru los proteja y cuide para siempre.
ResponderEliminarMariana, "Maru", como le deciamos , fue mi profe y mi amiga, la extrañamos mucho en cada entrenamiento y pensamos siempre en su familia a la que injustamente le arrebataron una personita increible. Pero se que su lucesita y su alegria que siempre la caracterizaba va a estar siempre entre nosotros...
ResponderEliminarestudiante del profesorado. me invade la angustia y el dolor por esta familia. y asi por muchas q viven diariamente recordando y sufriendo la perdida de un ser querido a causa de algun irresponsable q no tiene remedio ni escrúpulos. les deseo mucha paz para esta familia. y mucha paz para MARU. justiciaa
ResponderEliminarConozco a Isabel desde que estudiábamos juntas en la Facultad y sé la persona solidaria, compañera y dulce que es, y lamento profundamente lo que les toca vivir y pido a Dios que en estas Pascuas y cada día que pase los ayude a soportar este dolor. un beso enorme a la distancia
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