viernes, 27 de abril de 2012

VOLVER A EMPEZAR


Desde que nos adentramos en el mundo laboral y comenzamos a sortear los obstáculos propios del trabajador, damos rienda suelta a la imaginación y fantaseamos con el momento de la jubilación. Pensamos en viajar, hacer cursos, participar en proyectos o simplemente salir a caminar, actividades que planificamos a futuro, que hoy no hacemos, justificándonos con la falta de tiempo. Pero, qué sucede realmente cuando un día de repente la jubilación llega y pasamos de la actividad a la inactividad total.



El sistema de jubilación que tenemos no permite que nos apartemos del trabajo gradualmente, por el contrario, un día nos notifican abruptamente que ése será el último. Sin embargo sabemos, cuando nos acercamos a la edad, que estamos próximos a esa fecha para algunos un final seguido de un comienzo y para otros, lisa y llanamente el final. Muchas personas desarrollan un estado depresivo y comienzan a decaer.
Consultada al respecto, la Dra. Mara Echeverría*, psiquiatra de nuestra ciudad explica: “Si lo pensamos negativamente lo vemos como una pérdida, uno pierde el status laboral que tiene, pero además trae consigo otras pérdidas como la económica, a nivel de las relaciones sociales, de actividad, respecto de la motivación, el interés. Entonces la jubilación, que viene de júbilo y debería ser una alegría, termina siendo un balde  de agua fría que nos cae en la cabeza”.
Es importante, sostiene la profesional, que  cuando las personas saben que se les acerca la jubilación, vayan buscando nuevas tareas para realizar. Por otro lado, las personas que nunca desarrollaron un hobbie, les cuesta mucho más porque sienten que con el trabajo se acabó todo.
Cuando uno se plantea qué va a hacer a futuro, lo hace desde la perspectiva que tiene en la actualidad, pero cuando se jubila la realidad es a veces totalmente diferente y no existen los medios para llevar adelante eso que alguna vez fantaseó. Lo que desencadena el desencanto, la frustración y en ocasiones la depresión.
“Cuando la gente mayor consulta, el factor más común es la sensación de soledad porque las pérdidas sociales, el hecho de perder las redes en las que te manejas cuando estás en actividad, el hecho de pasar a no pertenecer a ningún sistema. La población más joven te pasa por encima, aprende todo mucho más rápido, todo es muy vertiginoso”, revela la Dra. La jubilación es vista o mal vista  por la mayoría como la hora de la improductividad, incluso por ese hombre que luego de pasar su vida trabajando, se encuentra en su casa sin saber qué hacer.
Hay gente para la cual el trabajo es todo y pasa gran parte del día fuera de la casa, incluso cuando regresa se siente un perfecto desconocido. Por eso lo ideal, asevera la profesional, sería que la desaceleración sea paulatina. “Es común que las mujeres se quejen y digan, lo tengo todo el día en casa, no sabe qué hacer. En el caso del hombre siente que pierde su virilidad, se siente débil, vulnerable, que ya no sirve”, relata la psiquiatra.
Por eso, lo ideal es prepararse para poder disfrutar plenamente de la jubilación. Para ello, el trabajo intelectual y la actividad física son fundamentales. “Son dos pilares para prevenir las demencias por ejemplo, que son procesos que no tienen retorno, que progresan, que son crónicos y la única forma es hacer prevención. Ejercitando la memoria, las habilidades, con actividad física, es indiscutible”, explica la médica. Por otro lado, es cierto que quien nunca leyó, no va a leer cuando se jubile o quien nunca participó de un taller, no lo hará cuando se jubile, porque se trata de una cuestión de hábitos que uno desarrolla a lo largo de toda su vida.


100% Lucha

Si de jubilados hablamos, es preciso conocer la propia vivencia de uno de ellos, quizás el jubilado más conocido de la ciudad. Elio Hugo Quicchi, un sanfrancisqueño que dedicó su vida entera al trabajo. A los 18 años ingresó al mundo laboral y hace apenas unos meses se retiró de la actividad comercial. Próximo a cumplir 80 nos relató cómo fueron sus comienzos y cómo se encuentra hoy que la jubilación llegó inevitablemente.
No exageramos cuando decimos que lo conoce toda la ciudad, pues para quien tuvo la dicha de ser alguna vez atendido por él en el mostrador de Godino, sabe que su simpatía y la historia que siempre tenía para contar, lo hizo muy famoso. Está casado con Felisa, tiene dos hijos y tres nietos a los que les dedica gran parte de su, ahora, tiempo libre. Dueño de una salud de fierro y de un carisma como pocos, a Quicchi, como la mayoría lo conoce, le fue duro dejar su actividad laboral, ya que pasaba desde hace sesenta años, sus días atendiendo al público.
“Trabajé casi hasta los 80 años, y pensé, cuanto me queda de vida… dije basta. Hoy le ayudo a mi señora en la casa. Ando en bicicleta. Yo no me quejo, he vivido la vida. Somos personas sanas, no gastamos en remedios, hace un tiempo me hice un chequeo y salió muy bien, no tengo colesterol ni presión alta, no tengo problemas de próstata”, cuenta orgulloso el hombre.
Recuerda con emoción que había gente que entraba a Godino y pedía que él lo atendiera, “Sería por mi carácter, para mí eran todos los clientes iguales, hasta ahora me encuentro gente que me dice, `Eh Quicchi, volvé´”, comenta el jubilado. Tal como la Dra. Echeverría destacó, Quicchi manifestó que la pérdida más fuerte fue la económica, pues de 4000 pesos que cobraba en actividad, ahora solo percibe 1800 de jubilación.
Quicchi trabajando en 1967

Cuenta el hombre que la mayor satisfacción que tuvo, fue la cantidad de amigos que hizo, “yo voy a Mar Chiquita me conocen, voy a los pueblos, me conocen. Cuando empecé a trabajar ahí tenía 28 años, imaginate. Para mí es una alegría, que aun me vean y me reconozcan por la calle”, relata Quicchi.
Con la ansiedad de querer entender para qué él era tan importante para nosotros, el hombre comienza hablando, pues no le cuesta en absoluto, apenas podemos interrumpirlo con alguna mínima acotación. Sin embargo, hizo una pausa, tomó aire  y confesó la nostalgia que le trae pasar por el negocio, “Cuando paso frente de Godino y miro, se me vienen un montón de recuerdos, y… fueron muchos años, cincuenta. Para que te des una idea, no falté ningún día al trabajo, solo cuando me operaron una vez o por enfermedad, pero si no, nunca”.
Quicchi finalizó como hombre de trabajo, aconsejando a las jóvenes generaciones: “Yo les diría a los trabajadores que estudien, que se formen, que tengan un oficio porque el empleado siempre va a ser empleado”. Asimismo este jubilado pasó más sesenta años brindando su servicio, hoy su tiempo lo dedica a sus nietos, a pasar momentos con su esposa y a disfrutar de la compañía de sus hijos, pero parte importante de su día lo destina a recordar alguno de los lindos momentos que le brindó el trabajo.



*Dra. Mara Echeverría, Psiquiatra. M.P. 22962

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